Información para el visitante al Parque Arqueológico San Andrés
Ubicación:
Ubicación:
Kilómetro 32 carretera a Santa Ana, departamento de La Libertad
El parque ofrece:
La zona monumental de un centro maya del período Clásico Tardío (600-900 d.C.), con una acrópolis, pirámides y otras estructuras.
Museo de sitio.
Estacionamiento, área de picnic, cafetín (limitado a agua, gaseosas, bebidas rehidrantes y snacks).
Horario:
Martes a Domingo, 9am a 4pm (cerrado los días lunes).
Tarifas:
$1.00 / nacionales, $3.00 / extranjeros.
$1.00 / vehículos livanos, $2.00 / buses
Entrada gratis para nacionales menores de 8 años y mayores de 60.
Centroamericanos pagan igual que nacionales.
Recomendaciones:
San Andrés suele ser caloroso, por lo cual es recomendable usar ropa y zapatos apropiados. No se olvide de su sombrero y, por supuesto, su cámara. Hay ocasiones en que es útil contar con repelente de insectos.Ya no está disponible el folleto interpretativo sobre San Andrés.
El Parque Arqueológico San Andrés
El sitio arqueológico San Andrés tomó su nombre de la antigua hacienda en donde se encontraba. Como propietaria de la hacienda San Andrés, la familia Dueñas generosamente avalaba el acceso al sitio a sucesivas generaciones de investigadores, partiendo de 1940 con el primer proyecto en el sitio, liderado por John Dimick. Incluso cuando la zona monumental del sitio empezaba a ser visitada por turistas en los año setenta, los Dueñas permitían el uso del lugar como un parque incipiente manejado por el Departamento de Arqueología de la Administración del Patrimonio Cultural (antecesor de CONCULTURA), con nuevas investigaciones dirigidas por Stanley Boggs, Jorge Mejía y Richard Crane.

Al igual que los demás latifundios de El Salvador, la hacienda San Andrés fue intervenida por el Gobierno bajo la Ley de Reforma Agraria de 1980. El Biólogo Francisco Serrano tuvo la idea verdaderamente brillante de utilizar una cláusula de la Ley de Reforma Agraria para proteger recursos naturales y culturales, ya que ésta daba lugar a que el Gobierno se reservara áreas de interés nacional dentro de las haciendas intervenidas antes de entregar las propiedades a cooperativas. En 1981, Serrano trabajó junto con el Arqueólogo Stanley Boggs para identificar varios sitios arqueológicos dentro de las haciendas, y resultó ser factible “reservar” porciones de tres sitios para futuros parques: San Andrés, Cara Sucia y Quelepa. El subalterno de Boggs, Manuel López, hizo los reconocimientos de campo que fueron necesarios - un trabajo difícil y arriesgado por la situación violenta que se vivía en ese entonces.
La propuesta de reserva para San Andrés originalmente abarcaba alrededor de 120 manzanas (84 hectáreas), incluyendo la zona monumental y algunos montículos esparcidos, además de una buena muestra de la vasta zona residencial del sitio. Esta área representada solo el 4% del área total de la hacienda, por lo cual la reserva no hubiera tenido un impacto papable para la nueva cooperativa de San Andrés. No obstante, la propuesta de Boggs y Serrano fue reducida en mitad por una burócrata de aquella época. La zona finalmente reservada mide 54 manzanas (38 hectáreas). El Departamento de Arqueología cercó el área y utilizó una casa (situada en la zona monumental) para museo de sitio y bodega de mantenimiento, y así nació formalmente el Parque Arqueológico San Andrés.
En 1987, el Patronato Pro-Patrimonio Cultural propuso un proyecto para mejorar el parque, centrado en un nuevo museo ubicado completamente fuera de la zona monumental, con estacionamiento y un sendero interpretativo para acceder a las estructuras prehispánicas. Se proponía que el museo fuera similar en arquitectura a los antiguos cascos (casonas) de hacienda con salas dispuestas alrededor de un patio interno, y construido con paredes gruesas de adobe y techos altos, muy apropiados para el clima caluroso del lugar. Esta primera propuesta no prosperó. En 1995, el Patronato retomó este proyecto y había receptividad de parte de la nueva institución cultural de Gobierno, CONCULTURA. La propuesta original para el museo, basada en arquitectura tradicional que muchos consideran como agradable y apropiada para el clima, además de económica, fue descartada y reemplazada por un diseño modernista con grandes planos horizontales.
En las excavaciones de sondeo realizadas en 1995 en preparación para el nuevo museo, fue localizado por Paul Amaroli un obraje de añil colonial, sepultado por la erupción de El Playón en noviembre de 1658 ). Este es el obraje colonial mejor conservado que se conoce en toda la región, y, gracias a las condiciones anaeróbicas presentadas por las capas “selladas” de lodo de origen volcánico, conservaba objetos de madera. En 1996-1997, se realizaron excavaciones en la pirámide principal (Estructura 5, conocida como "La Campana") y su entorno, las cuales fueron dirigidas por Christopher Begley, con la participación de Jeb Card y Roberto Gallardo.
El centro monumental
El centro monumental de San Andrés es un complejo de pirámides y construcciones anexas que ocupan un área de aproximadamente 20 hectáreas. Casi todas las excavaciones realizadas en San Andrés hasta el momento se han localizado en este sector del sitio
.
Plano del centro monumental de San Andrés (basado en el plano publicado por Stanley Boggs en 1943, en el levantamiento topográfico de 1995 y en una fotografía aérea de 1999).
La mayor parte de la arquitectura en el centro monumental consiste de rellenos de ladrillos de adobe, con repellos hechos de una mezcla de barro y grava. Se ha documentado hasta cuatro etapas constructivas en esta parte de San Andrés.
En 1940, el primer excavador de San Andrés, John Dimick, reconoció que la zona monumental puede dividirse en dos sectores: la Acrópolis (es decir, una plataforma monumental que sostiene otras estructuras) y una Gran Plaza al costado norte de la Acrópolis. Posteriormente, en 1943, el Arqueólogo Stanley Boggs se refería a la Acrópolis como la “Plaza Sur”, y a la Gran Plaza como la “Plaza Norte”, y sus designaciones se han ocupado en algunas referencias. Sin embargo, tenemos que darle la razón a Dimick, ya que una acrópolis no es una plaza.
No obstante lo anterior, las excavaciones han demostrado que la Acrópolis cubre una pequeña plaza abierta, pero en algún momento los dirigentes del sitio decidieron rellenarla con 500,000 o 600,000 de ladrillos de adobe, convirtiéndola en una plataforma elevada y de acceso restringido.
Se ha dejado una trinchera abierta frente a la Estructura 3 para indicar la profundidad hasta la plaza original, y para apreciar como el relleno de adobes conservó la escalinata de esta estructura.
Cuando se excavó esta trinchera en 1978, se encontró un cráneo humano en una fosa pequeña al pie de la escalinata soterrada. El cráneo es de un adulto de sexo masculino, con deformación frontal e incrustaciones en los dientes. Es de suponer que pertenecía a un enemigo de alto estatus, capturado y eventualmente sacrificado.
La construcción de la Acrópolis creó una zona exclusiva para los gobernantes del sitio y tal vez actuaba como un símbolo visual de su elevada posición social. Las acrópolis son relativamente comunes en los centros políticos mayas y generalmente son identificados como sectores de residencia elite y sus monumentos funerarios.
Sobre los extremos norte y poniente del Acrópolis se encuentra una serie de cuartos llamados aquí “Los aposentos” Los cimientos de dos cuartos han sido restaurados. Se interpretan estos cuartos como el área de residencia de la elite gobernante en San Andrés, posiblemente sirviendo como dormitorios y salas de audiencia. Serían los últimos palacios del sitio.
Una parte restaurada de "los aposentos".
Los costados sur y este de la Acrópolis están delimitados por pirámides de diferentes tamaños. Es probable que por lo menos algunas de ellas encierren las tumbas de gobernantes, pero hasta el momento no se ha excavado hasta su interior. La pirámide principal de la Acrópolis es la Estructura 1, donde hay tres etapas constructivas expuestas.
Se puede apreciar dos cimientos de piedra sobre la superficie de la Acrópolis. Boggs los interpretaba como vestigios de una casa pequeña con su cocina (el cimiento menor) que haya existido existió entre los años 900 a 1200 d.C. (el período Posclásico Temprano), cuando San Andrés ya había sido efectivamente abandonado.
Las dos plataformas pequeñas en el centro de la Acrópolis. Al fondo, desde la izquierda, la Estructura 4 (sin excavar), la Estructura 3 (con el rancho en frente, parcialmente excavada y con una trinchera techada en frente) y la Estructura 2 (parcialmente restaurada). El volcán de San Salvador forma el horizonte (vista hacia el este).
La Gran Plaza al norte del Acrópolis está prácticamente sin explorar todavía. Se puede especular que fue la ubicación del mercado de la comunidad, y de espectáculos públicos. En 1996 se efectuaron investigaciones preliminares en la Estructura 5, conocida como “la Campana” por la silueta acampanada que presenta su plataforma basal coronada por una pirámide.
Varias conchas espóndilos (Spondylus princeps) fueron encontradas en la ofrenda de la Estructura 7, y otras estaban presentes en otros contextos de San Andrés. El ejemplar ilustrada es de una ofrenda encontrada sobre la Acrópolis en 1978. Evidencia de Copán y otros sitios, así como estudios iconográficos, demuestran que los antiguos mayas empleaban las conchas de espóndilo para captar las gotas de sangre obtenidas por autosacrificio con instrumentos como espinas de manta raya.
Joya de Cerén fue sepultado por una repentina erupción volcánica por el año de 650 d.C., tiempos en los que San Andrés probablemente ya había alcanzado su categoría como capital regional. San Andrés, Tazumal y los demás centros del período Clásico Tardío en El Salvador, son abandonados por 850-900 d.C., como una versión local del llamado “colapso maya”. Las causas de este fenómeno aún son tema de vigorosos debates. Hubo alguna actividad humana en San Andrés después de su colapso, pero efectivamente dejó de existir como comunidad.
Después del colapso, el Valle de Zapotitán, al igual que los demás del centro y occidente salvadoreño, recibió numerosos inmigrantes del centro de México, cuyos descendientes se conocían como los pipiles. A la llegada de los españoles, el valle alojaba a varios pueblos pipiles, tales como Tecpan Yopico (hoy San Juan Opico), Coyo (hoy representado por Tepecoyo y Sacacoyo), Guaymoco (hoy Armenia), Quezaltepeque y Nejapa (originalmente al poniente de Quezaltepeque).
Otra comunidad del valle era conocida como “Atequepa” en el siglo XVI, probablemente ubicada en la hacienda de Zapotitán. Con el tiempo su nombre se deformó hasta llegar a ser “Tecpa” antes de su extinción en el siglo XVII. En el siglo XX, se hizo la identificación equivocada de “Tecpa” (o “Tecpán”, como una deformación adicional) con el sitio arqueológico de San Andrés, sin saber en ese entonces que San Andrés fue abandonado siglos antes de la Conquista. Todavía hay quienes creen en esta identificación, por lo cual llaman el sitio como “Tecpán San Andrés”.
La Conquista de esta región se inició en 1524, con la entrada liderada por Pedro de Alvarado, actuando como capitán de Hernán Cortés. Dentro de un siglo, la población nativa del valle de Zapotitán se redujo a, tal vez, solo el 5% de su nivel prehispánico, tal como fue el caso general en Mesoamérica debido sobre todo a las pandemias introducidas por los europeos. La mayoría de las comunidades del valle persistían, aunque con muy pocas casas habitadas, y retenían tierras comunales (en realidad, de calpulli), aunque se vendían extensiones entonces baldías a españoles para utilizarlas como haciendas.
Para ese entonces, a principios del siglo XVII, el sitio arqueológico San Andrés llevaba unos 700 años de abandono como una capital maya, pero vio nuevo uso como parte de una hacienda colonial (probablemente se encontraba dentro de la gran hacienda llamada Estamecayo). Las excavaciones de sondeo efectuadas en 1995 recuperaron evidencia de crianza de ganado y procesamiento de añil. La superficie del siglo XVII fue sepultada repentinamente por la erupción de El Playón en 1658, lo cual resultó en la conservación de numerosas huellas de pisadas bovinas, y de una trinchera que tal vez servía en lugar de un cerco (una alternativa para el confinamiento de ganado que persistía en esta región hasta la introducción de alambre de púas). Muchas haciendas en la zona combinaban la crianza de ganado y el procesamiento de añil (índigo), y así fue el caso en San Andrés. Las excavaciones descubrieron una instalación procesadora de índigo en excelente estado de conservación (gracias a la misma erupción). Estas instalaciones eran conocidas como "obrajes de añil", con múltiples pilas construidas de calicanto. Una etapa del proceso es el batido, logrado en éste y otros obrajes formales mediante ruedas hidráulicas. Sin duda, a poca distancia se hallaban cultivos extensivos de jiquilite (la planta de donde se obtiene el añil).
excelente trabajo
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